Que la naturaleza no se puede modificar, ni domesticar, es lo que Marc Recha explica en una película dura, tremenda. Una película, como todas las de su autor, llena de silencios y elipsis, en la que imaginar, entrever, aún se le permite al espectador. Una película que será seguramente, para muchos, "lenta". Para aquellos que aún no han entendido que el cine no puede, no debe, explicarlo, mostrarlo, todo. Porque, si lo hiciera. ¿Qué espacio quedaría para el espectador? Para que éste imagine, intuya, sueñe, piense, en definitiva.
Y qué diferente de esa otra realizada por una paisana de su autor, Isabel Coixet, en que precisamente se nos explica tanto, se nos muestra tanto, en capas superpuestas de significado, excesivas, cargantes, y hasta torpes, que el pobre espectador no tiene más solución que comprobar cuán diferente puede resultar Sergi Lòpez, según quién lo dirija.
Petit indi es, a pesar de todo, un canto a la bondad, a los sentimientos, en un mundo en que seguramente no tienen cabida ya.
Petit indi es un western, en que el vaquero es un niño que lucha contra la propia naturaleza, y ésta le vence.
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